En esta obra se produce entre otras lecturas la de la frustración del narcisismo. Aquí los espectadores no pueden reflejarse correctamente en la laguna del gran espejo, solo su imagen rota y multiplicada rodea la tranquilidad de esas imágenes centrales que solo reflejan el techo (metafóricamente el cielo infinito que los cubre). Si alguien quisiera verse al completo, tendría que caminar sobre el lecho de espejos rotos, un sangrado también metafórico que nos habla de la imposibilidad de un conocimiento, incluso de nosotros mismos, que no puede ser sino fragmentario.